Nosotras, aproximadamente setecientas mujeres académicas y activistas indígenas, afrodescendientes y mestizas, de diversas identidades, desde distintas experiencias, territorios e historias hemos sido convocadas bajo el signo de la mujer escriba, nuestra ancestra, emblema de la apropiación que las mujeres hemos hecho del conocimiento y de la escritura, para validar la tradición oral que, en la cultura patriarcal, nos ha sido históricamente expropiada. A esta tradición oral sumamos el conocimiento escrito desde hace unos siglos, que sustenta las teorías feministas. Sin los primeros actos transgresores de las mujeres por recuperar la palabra, y hacer suya la lectura y la escritura, no tendríamos los textos inspiradores de nuestro pensar feminista.
Hemos reunido voluntades, compromiso, mística e identificación desde y con la propuesta feminista en la academia, en sinergia con el movimiento social feminista y de mujeres, y con las feministas en el sector público. La identidad política feminista nos ha unido en este esfuerzo de encuentro académico, en un espacio resignificado desde nosotras para pensar, reflexionar, debatir, inventar y crear nombrando a nuestras ancestras académicas, las primeras graduadas universitarias en la región mesoamericana.
Hemos trabajado en un espacio amoroso para -desde una perspectiva holística- visualizarnos como seres completas, para reconocer y validar nuestras capacidades creadoras, intelectuales, teóricas, comunicativas, hacedoras de historia, constructoras de ciudadanía, sanadoras de cuerpos, mentes y espíritus, para reconocer nuestras sexualidades.
Hemos dado cuenta, en estos tres días, de nuestros logros en la academia, de los factores que nos han hecho avanzar, de las alianzas construidas, de los espacios creados, pero también de las dificultades, tanto en el ámbito universitario como en todas las dimensiones de la vida social.
Hemos identificado las problemáticas que persisten en este sistema patriarcal, que aún limitan la libertad y la autonomía de las mujeres: la violencia estructural, económica, física sexual, el feminicidio, la violencia epistémica y simbólica. La negación de derechos, la impunidad y la descalificación de nuestras capacidades intelectuales y nuestros saberes.
Hemos hecho este balance y nos vamos conscientes de los grandes retos que aún nos quedan, retos para los cuales necesitamos fortalecernos, consolidar nuestras redes, reconocer la autoridad de nosotras y de las otras, hemos tomado conciencia de que solas no podemos enfrentar los techos de cristal y los muros que pretenden contener nuestras capacidades creadoras, nuestros derechos y nuestras aspiraciones.
Hemos hecho el balance de los estudios de género y feminismos, reconocido las propuestas epistemológicas feministas en la academia, particularmente los aportes de las mujeres indígenas, mayas, xinkas y afrodescendientes; visibilizado la problemática de las mujeres migrantes, palpado el miedo que ellas viven día a día; hemos conocido los avances y retos de las mujeres en y frente al Estado, en entornos de democracias amenazadas por la corrupción, el narcotráfico, las actividades ilícitas y la fragilidad del estado de derecho. Varios son los indicadores de esas amenazas: la criminalización de las luchas sociales, especialmente en el caso de las feministas nicaragüenses y hondureñas; así como las prácticas represivas contra mujeres y hombres que denuncian los impactos de los megaproyectos en Guatemala y en la región, especialmente los desalojos violentos y el despojo de territorios a miles de familias; con quienes nos solidarizamos.
Hacemos causa común con las feministas y el pueblo hondureño en resistencia, desde la solidaridad por las personas asesinadas, torturadas, desaparecidas y violentadas, especialmente por las mujeres que han sido víctimas de violación sexual. Pero también nos expresamos desde la denuncia, solicitando a la instancia correspondiente en la Organización de Estados Americanos-OEA, que se garanticen los derechos humanos de los y las hondureñas.
Desde este espacio manifestamos nuestra solidaridad y acompañamiento con la Marcha por la Paz , con Justicia y Dignidad, convocada en México, que se suma a otras iniciativas para denunciar y rechazar la impunidad y la militarización que está costando miles de vidas de jóvenes, mujeres, hombres, niñas y niños mexicanos; pero cuyos efectos también alcanzan a cientos de personas migrantes centroamericanas que han sido secuestradas, extorsionadas, e incluso asesinadas a su paso por territorio mexicano en pos de la sobrevivencia en el norte.
Las feministas académicas no estamos desvinculadas de la realidad, no somos ajenas a la cotidianidad, ni a las luchas sociales, porque nos desmarcamos de la pretendida neutralidad de la ciencia, porque apostamos a crear otras epistemologías, a reconocer todos los saberes -desde nuestras cosmovisiones, desde la academia, desde la cotidianidad- que nos conforman como humanidad.
Hoy renovamos el pacto para continuar la lucha por la vida, por el buen vivir, en todos los espacios: desde la casa hasta el Estado, en el trabajo, en las fábricas, en el campo, en las organizaciones sociales, en la escuela y en las universidades. Así como renombramos el espacio en el que nos encontramos estos días, nos comprometemos a renombrar, repensar y recrear el mundo.
Ciudad de Guatemala, 6 de mayo 2011